sábado, 20 de marzo de 2010

Los retiros espirituales

Cada año por la época de la Cuaresma teníamos tres días de ejercicios espirituales, con prédicas del capellán del colegio o algún otro sacerdote. Eran días de silencio, oración, introspección. Cada una debía traer un libro sobre la vida de algún santo o algún tópico religioso para leer en los momentos libres (yo leí sobre Santa Teresita del Niño Jesús y María Goretti). Pero la mayor parte la pasábamos en la capilla (y no me refiero en la misa y el rosario, porque esas eran actividades normales diarias) sino escuchando las prédicas y orando. Las alumnas de los cursos superiores se turnaban para participar en la “adoración perpetua” que como parte de sus reglas mantenían las religiosas de los Sagrados Corazones.

Una vez, el último año, el retiro incluyó permanecer en el colegio las noches, y dormir en el dormitorio de las internas. Fue una aventura increíble, que me hizo sentir tan importante. Yo nunca había dormido en el colegio. M. y yo nos apuntamos de voluntarias para ir a hacer la adoración del Santísimo entre la 1 y las 2 de la madrugada (¡queríamos ser tan sacrificadas!). De algún modo nos despertamos y vestimos a oscuras. Era una noche helada como casi todas las de Cuenca. El dormitorio estaba en el tercer piso, sobre el salón de reuniones, en el lado oeste del patio y la capilla casi en dirección opuesta, en la planta baja.

Unos pocos meses antes, la Madre María Ignacia había fallecido y nos hizo mucha impresión, aparte de que dejó un vacío pues todas habíamos tenido mucho contacto con ella a través del canto y coro. Algunas más, por sus lecciones de piano. Pues el cuento es que estábamos bajando silenciosa y cuidadosamente, medio dormidas, cuando a mi amiga se le ocurrió mencionar el hecho de que la monja recién muerta pasaba sus horas muy cerca de la grada. Fue suficiente para que ambas emprendiéramos una carrera desalada por la grada, en la oscuridad que lo hacía todo más aterrador. Llegamos a la capilla sin aliento. Nunca había rezado con tanta devoción, pidiendo por mi misma y mis pecados cometidos y por cometer.

Muchísimo tiempo después en la biblioteca de la universidad donde trabajé (era una institución católica) me encontré una copia de Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. No los había recordado en años, pero ese momento comencé a leerlos ávidamente – en honor a las memorias.

No hay comentarios.: