sábado, 20 de marzo de 2010

La escuela gratuita

Al otro extremo de la cancha de básquet y cerca del muro y de la calle estaba el edificio de la escuela gratuita. Representaba el esfuerzo de las monjas de proveer educación a las niñas que no podían pagar una pensión mensual. No olvidemos, que mientras nosotras atendíamos un colegio con la implicación de una educación secundaria en el plan de vida, las otras solo iban a una “escuela” elemental. No más educación para ellas, y al final quizá el empleo en una casa de la ciudad como empleadas domésticas. La idea, en esos tiempos, parecía generosa, humana, de cumplimiento de los deberes sociales y de caridad. Y no era una cuestión solamente de dinero. Lo curioso es que muchas chicas que atendían el colegio, lo hacían a base de una pensión reducida o hasta perdonada, para ayudar a las familias “venidas a menos” pero que por herencia o tradición (o apellido) pertenecían a otro estrato social y no podían mezclarse con las “gratuitas.” (¡Y quién dijo que todos habíamos sido creados iguales….!)

Para desarrollar esos mismos sentimientos de conciencia y responsabilidad social en las alumnas de las familias más favorecidas por la fortuna, las monjas nos pedían cada Navidad la donación de un vestido para una niña pobre. Nos entregaban las medidas de una chiquilla y nuestras madres se preocupaban de hacer o mandar a hacer un vestido de acuerdo a ellas. Desde luego que el estilo y material del traje en cuestión no tendría mucho en común con los que nosotras nos poníamos. Casi siempre las monjas recibían los vestidos y luego los entregaban a las muchachitas de la escuela. Pero tengo una vaga memoria de la ocasión cuando las monjas nos pusieron en dos filas: en la una las niñas del colegio, y en la otra las niñas de la escuela y cada una le entregamos a la otra su regalo y aceptamos su agradecimiento.

Hoy, en un mundo más humano y realista, el recuerdo de esta noción de desigualdad de oportunidades y de segregación de hecho, me hace sentir más que un poco incómoda. El principio mismo de esa separación que desde luego reflejaba los valores de una sociedad entera en esos tiempos, pero que era institucionalizada por una organización católica, me parece extraña. Pero en la mente de los adultos cumplía un fin: enseñarnos lo básico de la caridad, a compartir, a ser conscientes de las necesidades ajenas, y a ser agradecidas por lo que nosotras teníamos. Y la escuela gratuita, en un momento en que la educación no era una oportunidad para todos los habitantes de nuestro país, aunque la ley dijera otra cosa, posiblemente cumplió su misión y educó aunque mínimamente a un grupo de mujeres que de otro modo ni siquiera eso hubieran tenido.

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