sábado, 20 de marzo de 2010

Familias y cumpleaños

Nuestros padres nos trataban a todas las amigas de sus hijas con cortesía y tolerancia. Desde luego que nuestro comportamiento era también extremadamente respetuoso, y algo temeroso. La fuerza de la tradición del patriarcado se reflejaba en estas familias “chapadas a la antigua.” Los padres eran en cierto modo invisibles. De algunos ni siquiera me acuerdo, y no creo que llegué a conocerlos sino solo saludarlos en un pequeño número de ocasiones: grados y bodas. La mayoría no asistían a las funciones escolares. El Comité de Padres de Familia de algún modo se ingeniaba a incorporar un par de señores en su directorio y no sé cómo lo conseguían. Quizá eran los únicos que habían atendido la convocatoria a reunión y por eso terminaban hechos cargo de la organización.

Eran las mamás las que estaban siempre presentes, eran amables, y afectuosas, y me hacían sentir bienvenida en sus hogares, y como parte de la vida de sus hijas. Las funciones u “horas sociales” del colegio estaban siempre atendidas por madres y tías. Me parece como si todas tenían una colección de tías, muchas de ellas ex-alumnas del colegio. Rocío y Marilú las tenían en buen número, y a veces también Victoria.

Por la vecindad al colegio, la casa de Clarita era una parada frecuente. Siempre recuerdo la cordialidad y bondad genuina de sus padres que desbordaban amabilidad, calma y dignidad. Era una casa antigua, de una sola planta y con un jardín enorme y precioso. Y Clarita tenía la suerte de tener lo que siempre quise, y nunca tuve: un hermano mayor, con sus amigos, y abundancia de compañía joven.

Y entonces llegaban los cumpleaños…. Es muy apropiado que me acuerde de esas ocasiones cuando el mío se acerca. Habían (y hay) dos grupos de cumpleaños: en agosto-septiembre y en marzo-abril. Los demás estaban desparramados a través del año. Algunas los celebraban invitando a las amigas, sin faltar, de año en año. Otras no lo hacían con tanta regularidad. Siempre fueron gratas oportunidades para compartir unas horas fuera de los muros del colegio, con galletitas, te, y unas cuantas otras golosinas. En general nuestras celebraciones (tal como nuestras vidas) eran poco complicadas, con el énfasis en estar juntas por unas horas más que en el despliegue de detalles superfluos.

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