lunes, 29 de marzo de 2010

La biblioteca

La pequeña biblioteca administrada por la Madre Emiliana constituía para mi un verdadero tesoro. No se imaginan cuantas veces en mi larga vida profesional me ha cruzado por la mente el cuartito angosto con anaqueles a ambos lados que era nuestra biblioteca. Habían los libros clásicos de la literatura universal y española, y libros de ficción para lectura recreativa. El que el colegio tuviera una biblioteca, a pesar de las limitaciones de tamaño y acceso, era por si una verdadera novedad en ese entonces. También nos ensenaba a respetar y casi venerar los libros: debíamos mantenerlos y devolverlos en perfectas condiciones, usarlos con manos limpias, nada de notas en los márgenes o esquinas de páginas dobladas. Yo creo que llegué a leer casi todo el contenido de ese pequeño cuarto y obtuve horas maravillosas de entretenimiento, disfrutando las fantasías y contemplando ideas y teorías de antaño y las promesas del futuro.

Yo no sospechaba entonces que las bibliotecas se convertirían en mi segundo hogar y en una manera gratísima de tener un salario decente y contribuir al sostenimiento de mi familia. Esa pequeña colección de libros me convirtió en usuaria de bibliotecas y promotora de esos servicios para el resto de mis días, y esas experiencias tuvieron mucho que ver con mi decisión de asistir a la universidad de Cuenca y años más tarde obtener un diploma en Bibliotecología y convertirme en bibliotecaria profesional.  Desde ahí las bibliotecas han sido una parte integrante de mi existencia, un estímulo intelectual diario, y una misión.

Las compañías que publican libros celebran cada año "ferias" para promocionar sus productos a nivel internacional, en distintas ciudades. En una que atendí en Buenos Aires tuve la enorme sorpresa de encontrar una mesa entera con ediciones nuevas de las novelas de Rafael Pérez y Pérez que se contaban entre los libros de nuestra biblioteca colegial. Fue como volver a otra realidad, o verificar un recuerdo remoto y sutil de hace medio siglo.

Tengo en mi llavero una tarjeta de metal que dice: "I have always imagined that Paradise will be a kind of library." Jorge Luis Borges. O, en español: "Siempre he imaginado que el paraíso será un tipo de biblioteca." Empecé a creer lo mismo en ese pequeño espacio con anaqueles con puertas de vidrio que fue nuestra biblioteca colegial.

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