sábado, 20 de marzo de 2010

El mediodía

El bus solo proporcionaba servicio 3 veces al día. Al mediodía debíamos caminar a casa, y este chance de ir por cuenta propia se convertía en la oportunidad de escapadas para muchas que querían encontrarse con sus enamorados. No nosotras, éramos tan serias, obedientes, respetuosas de las normas familiares y sociales, aplicadas al estudio (“matonas”), en fin podría seguir muy largo rato y retomar la serie de autoalabanzas donde se quedaron hace un montón de años.

Nosotras caminábamos como un grupo. Si no fuera una violación a la privacidad, les contaría con nombres quienes formaban el grupo que bajaba por la calle Bolívar, de par en par, o tres en fila, y que poco a poco se deshacía porque sus integrantes se quedaban en su casa o debían tomar una calle lateral para llegar a ella. Lo tengo tan presente que no necesito fotos para tenerlo frente a mi mente. Mientras tanto nuestros pretendientes (los que tenían autos) daban las vueltas haciéndose notar y las más atrevidas se iban con ellos. Por varios años un grupo o jorga de muchachos se reunían en la esquina de la Bolívar y Padre Aguirre para piropear a las chicas colegialas que pasaban por allí. Hoy, en estos mundos (USA), esto sería considerado acoso, pero en esos otros tiempos tenía un tinte de especial atención, y de gracia.

No había mucho tiempo que perder. Salíamos del colegio a las 11:45 y el bus nos recogía a la 1 o la 1 y media. Debíamos caminar de prisa, comer rápido, y estar listas para tomar el bus de regreso. Por varios años mi familia decidió que era mejor que yo permaneciera en el colegio como semi-interna y almorzara allí. La comida no era en realidad mala, pero yo era difícil de complacer y a duras penas lograba ingerir el alimento diario, lo suficiente para que no me faltara el ánimo durante las horas de la tarde. La buena parte del seminternado era el largo recreo que teníamos entre el fin del almuerzo y el comienzo de las clases de la tarde. Cuando al fin pude integrarme al grupo de caminantes, fue una especie de premio o conquista de libertad muy apreciada. No se si todas, pero yo me sentía dueña de m propia vida y casi con los privilegios de una persona adulta.

La caminata era aún más interesante durante la época que precedía al carnaval. Mientras más mojadas llegábamos a casa, más contentas estábamos. Era una especie de cumplido el que a una la mojaran con bombillos llenos de agua o de cualquier otra manera.

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