lunes, 18 de enero de 2010

El bus del colegio

La adquisición de un bus nuevo fue un motivo de celebración pues ya contaba nuestro colegio con un medio de transporte únicamente para sus alumnas. No otro establecimiento educativo tenía algo similar y era un orgullo contar con tan progresista y costoso sistema, una especie de símbolo de la categoría y calidad del colegio.

No todas usábamos el bus. Dependía de la distancia de las casas hasta el colegio, pero esto de la distancia era muy relativo. Yo era de las que siempre usaba el bus, pero mi casa estaba apenas a diez cuadras del colegio. Pienso en esto cuando voy a caminar por ejercicio y ando durante al menos 30 minutos sin parar, por una pista con piso de material tecnológicamente correcto para que mis piernas y rodillas que hace tiempo sobrepasaron el medio siglo no se molesten (soy un poco perezosa, debería caminar más largo).

Habían dos “viajes” o rutas. El “primer viaje” comenzaba a recoger estudiantes a las 6 de la mañana, y el “segundo” alrededor de las 6:30. Todavía ahora me despierto sin despertador a las 6 sin falta. Años de entrenamiento dejaron su mella. La una ruta cubría el lado cercano al río hasta la calle Bolívar, y la otra el sector oriental de la ciudad. Máximo llegaban hasta la altura de San Blas. Esto nos da una idea de lo pequeña que era la ciudad misma. El otro lado del río practicamente no existía, y el colegio de los Sagrados Corazones mismo estaba ya en las afueras.

Aún me acuerdo como era la ruta del “viaje” que me tocaba a mi. Cierro los ojos y nos contemplo dentro del famoso bus sentadas de dos en dos a cada lado, a veces tres. Las ventanas eran muy apetecidas, pero también lo eran los asientos del final del bus. Muchas tenían que estar de pié en la mitad – a nadie se le ocurrió preguntarse lo que sucedería en caso de una parada súbita. El bus partía por la Colombia (¿o era la Bolívar, antes que la ciudad debiera adoptar calles de una sola vía por la intensidad del tráfico?) y luego viraba en una especie de zigzag hacia la Vasquez de Noboa (hoy Córdova), seguía por la Tarqui y luego la Sucre, la General Torres, la General Córdova (hoy Calle Larga), la Padre Aguirre, la Sucre otra vez, Benigno Malo, Córdova, etc. hasta retornar al colegio por la Bolívar. Mi casa quedaba entre dos esquinas, en una cuadra no cubierta por el bus, y yo tenía que caminar unos metros, que se hacían muy largos o muy cortos, dependía de las circunstancias. Desde luego que la ruta cambiaba de tanto en tanto, pero esta es la que más me acuerdo.


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